Que hay de cierto en un "no es cierto" (I)

Evolución Elo FADA
Por Guillermo Barranco

Enseguida responderé a un "no es cierto" federativo, dicho en la entrevista que se hace a Ricardo Montecatine (¡me responde a una corta frase en la que sólo avanzo levemente mi crítica...!)  Será útil. Hay algún otro reciente "no es cierto" al que también responderé, en el lugar oportuno. Veremos...

Antes creo necesario decir algo a Manuel Orantes y, con él, a otros padres: leí con placer tus comentarios en este blog a mi articulito Muchos cocineros estropean la sopa donde quise mostrar un efecto paradójicamente negativo en algo que podría parecer beneficioso.

Es natural que los padres tendamos a poner todo el arsenal disponible a favor de los hijos. Quizá se toma lo que hoy existe y quizá mañana, no exista. Los padres hacen lo justo: la trayectoria de su mirada es próxima e intensa; miran por sus hijos. Se atienen a lo que existe. En cambio, los directivos deberían mirar al colectivo, a medio y largo plazo; deberían reducir la incertidumbre y ayudar a que los padres acierten.

Por supuesto, los padres tienen derecho a decidir y yo no lo niego. He querido advertir que bajo ciertas condiciones puede ser extremadamente perjudicial atosigar al hijo con múltiples maestros que carecen del menor atisbo de coordinación entre ellos. Y que eso es especialmente nocivo en los más pequeños, en los que transitan por las primeras etapas.

Llevo muchos años en el deporte. He compartido reuniones, seminarios y conversaciones con responsables de otros deportes. Con frecuencia se aludía al problema del sobre-entrenamiento o, sencillamente, del mal entrenamiento. De cómo puede ser fácil que un joven atleta se malogre definitivamente por causa de un entrenador o de un pariente o de un colectivo, que desea éxitos inmediatos. En el ajedrez no es distinto. Tengo no pocas experiencias, algunas verdaderamente traumáticas. Se requiere un plan tranquilo y, también, dogmático. (¿No recuerdan la Escuela de Botvinnik…?). El entrenador es el guía, es el motivador, es el inspirador. Y el resultado no es bueno cuando hay tres o cuatro o cinco guías  que actúan cada uno por su lado. Habrá otras ocasiones para volver sobre esto.

Manuel: hablé contigo y te entregué una gráfica de evolución Elo de tu hijo pequeño, Francisco, reciente y único campeón español de la Unión Europea. Te pareció bien que la publicara. Los lectores la pueden ver aquí, arriba. Es una curiosidad. Te dije que los altos y bajos – los famosos “dientes de sierra” -  son típicos en una curva de aprendizaje. Aunque en el caso de Francisco se trata de un sorprendente bajón, considerable y persistente, que se prolonga algo más de un año. No es nada normal a esa edad y con ese elo inicial, y en un ajedrecista que mantiene una práctica intensa. ¿Cuál es la causa o cuales son las causas? Que coincidiera con el desconcierto y la presión de una multitud de entrenadores en un niño de 8-9 años puede ser una razón poderosa. Justamente coincide con su experiencia en los cursos de internet de la FADA. Pero también puede haber otras razones. Lo que sí está claro es que hubo un momento en que tú decidiste desbrozar el camino ocupado por tanto entrenador. ¿Sabes lo que para mí era muy elocuente, mucho más que su caída de Elo?: la actitud deportiva de Francisco. Recuerdo perfectamente -me llamó fuertemente la atención- que Francisco en esa época perdía las partidas muy rápidamente, con alegría, como un alivio.

Todo cuanto he dicho se sostiene con independencia de que una curva de evolución baje o se mantenga o ascienda. Un monitor pone en marcha dos motores del aprendizaje: la motivación y la enseñanza técnica. La motivación suele tenerse menos en cuenta, cuando justamente es el más valioso motor en las primeras etapas. Una multitud de monitores en guerrilla conduce fácilmente a la pérdida de motivación. Los objetivos y los conceptos pierden la fuerza que deberían tener porque se mezclan y confunden. Se pierde el hilo argumental que aporta todo entrenador inteligente. El entrenador deja de ser el guía fuerte. Deja de entusiasmar.

No tengo ninguna duda que algunos padres estarán en desacuerdo conmigo...  Les invito a que pongan su mirada en campos análogos. ¿Alguno estaría dispuestos a permitir que sus hijos sean educados, a su mismo nivel, por los abuelos y los tíos y los vecinos...? Puedo imaginar lo que dirían si un vecino se inmiscuye en la educación de sus hijos... Tampoco permitirían que el colegio donde llevan a sus hijos funcionara como una república anárquica o sus hijos pequeños tuvieran más de una "seño" que funcionara cada una por su lado, en completa descoordinación. ¿Qué les hace pensar que la enseñanza del ajedrez puede funcionar de otra manera?
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4 comentarios :

  1. Desde hace aproximadamente un año mis hijos,Alejandro y Rubén, no tienen profesor particular. La progresión ajedrecística de ambos lleva siendo constante y al alza desde hace ya muchos años; pero curiosamente cuando mejor y más sueltos están jugando es desde que no tienen tanto profesor, independiéntemente de los resultados, es la realidad de ellos; el porqué, sinceramente lo desconozco, pero es así.

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  2. Hola, Antonio. Gracias por tus comentarios. Quede claro que de ninguna manera sugiero que sea mejor no tener entrenador. Al contrario. También es cierto que tú hablas de que van mejor tus hijos "desde que no tienen tanto profesor". Esa es la línea que propugno.
    Tus hijos tienen un talento considerable. Ajedrecísticamente ya tienen algunos años, aunque sean tan jóvenes... Y la labor de monitores tan excepcionales como Luis F. Siles o Julio Ferrer (¡qué suerte tiene Granada con ellos!) probablemente sigue haciendo sus efectos.

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  3. He de reconocer que en algo tienes razón, grande Julio, grande Luis

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  4. Indudablemente Guillermo, primero Julio Ferrer y luego Luís Fernandez Siles han contribuido notablemente al progreso ajedrecístico de mis hijos, sin olvidarme de las clases por internet de la FADA y de la FEDA; ahora bien, la realidad de hoy día es la que comento arriba. Por cierto, el no tener profesor particular es totalmente circunstancial y obedece a motivos no relacionados con el ajedrez, en ningún sentido.

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